Los jóvenes secuestrados en Paracho “no son gente importante ni mala”, dicen sus familiares

Reiteran a los secuestradores la petición de que los dejen en libertad
Martín Equihua, corresponsal.

“Todos la extrañamos porque es una chica muy querida y extremadamente simpática”,
dice Eduardo, hermano de Ana Belén.

Paracho, 6 de septiembre.- “Me he enamorado de los niños de Paracho, sobre todo de una niña muy linda que podría ser mi hija”, escribió Ana Belén Sánchez Mayorga horas antes de su secuestro. Pasadas las 8 de la noche del sábado 21 de julio, también dijo a Lizeth Freyre, su mejor amiga, que la apertura del Festival de Globos de Cantoya había sido bajo lluvia, pero “ya me voy a relajar, jajaja, mañana nos vemos por allá, flaca”. Escribió desde el hotel Santa Fe, de donde fue levantada junto a Diego, su colega de profesión, y el primo de éste, Luis Enrique.

Se trata de una terna de jóvenes estudiosos, profesionistas, inquietos, solidarios, activistas, muy queridos por sus familiares y amigos; honorables y limpios, cuya suerte no puede quedar reducida a un número.

Desde Alemania, Eduardo, hermano de Ana, cuenta a La Jornada Michoacán el dolor que ha causado en su familia el vacío de la ausencia forzada. Por su parte, Mariana, pareja sentimental de Luis Enrique, con una niña que pregunta por el padre y un embarazo de siete meses y medio, cuenta la vida ejemplar de Quique, el buen padre, hijo, hermano y esposo. En tanto que la madre de Diego, aturdida por el tiempo que se prolonga sin noticia, reitera su petición a los captores: “por piedad, devuélvannos a nuestros hijos”.

Ana, Diego Antonio Maldonado y Luis Enrique Castañeda Nava son amigos. Los varones tienen relaciones sentimentales firmes, mientras que ella terminó recientemente un noviazgo de dos años. Diego Antonio es amigo y ha trabajado con Paloma García Pardo, quien dirige a su vez la empresa KidScience, de divulgación científica para niños, con sede en la ciudad de México. Diego invitó a sus dos compañeros para atender un compromiso con el Consejo Estatal de Ciencia, Tecnología e Innovación de Michoacán (CECTI), que por esta ocasión apoyaría al festival de globos con los instructores enviados por KidScience.

Y así fue. Tanto CECTI y KidScience como los organizadores del festival –encabezados por Lourdes Amezcua–, al igual que Ana, Diego y Luis: cumplieron su generoso propósito. La madeja del levantón habría que deshilvanarla por otra hebra.

Ana, muy espiritual y extremadamente simpática

Ana sufrió por años los trastornos de anorexia y bulimia, y en ese periodo supo de compañeras suyas que se suicidaron ante su desgracia cadavérica. Al tiempo que luchaba para sobreponerse decidió estudiar psicología para ayudar a otras jóvenes con similares problemas, narra su hermano Eduardo, quien estudia un postgrado en Alemania.

Lamenta la ausencia de la hermana que cuida de una madre enferma, y comparte que “todos la extrañamos porque es una chica muy querida y extremadamente simpática”.

Cuando la invitó Diego, Ana estaba en busca de trabajo, por lo que encajó de inmediato, señala y agrega que se siente orgulloso porque siendo su familia de escasos recursos económicos sabe que el estudio ha significado un esfuerzo doble, bajo la convicción de que “la educación nos hace libres de codicia, nos hace apreciar la libertad y la verdad”. Por si hiciera falta, deslinda a los tres muchachos plagiados de haber provocado daño a alguien, como nunca lo han hecho.

Le pide a su hermana, “donde quiera que esté, que resista, que recuerde a Ana Frank”, que sea fuerte, “porque aún necesito platicarle de tantas cosas”.

Él se enteró por voz de Lizeth, la amiga, quien no sabía cómo explicarle pero terminó diciéndole que su hermana había desaparecido. Desde entonces se siente desamparado y desilusionado de las autoridades, mientras que a los captores, con ira, les dice: “no mamen, déjense de chingaderas. Esos jóvenes no son gente importante ni mala. Son simples egresados de psicología y comunicación. No sean pendejos, están jodiendo a la gente buena de este país”.

Lizeth Freyre, por su cuenta, ha sufrido a Ana como lo que es: su mejor amiga. La recuerda como una mujer apasionada y amante de las causas etiquetadas como justas. Aún parece oír sus palabras confiadas cuando le advirtió del riesgo de visitar Michoacán. Se lo dijo todavía dos días antes y ella le repitió la confianza.

El sábado 21 de julio, por la noche, intercambiaron los últimos mensajes. En la mañana siguiente, al no recibir respuesta, “me puse histérica y empecé a inquietarme”, pero dejó pasar el día. El lunes trascurrió en incertidumbre, y el martes, por medio de redes, la empresa que los había enviado, por medio de Paloma García, le confirmó que habían desaparecido y empezó entonces la difícil tarea de informar a familiares cercanos y amigos.

Desde entonces Lizeth no deja el activismo cibernético para tocar los hilos pertinentes para que los liberen y/o se investigue su plagio, por obligación de Estado.

Está convencida que ellos fueron a dar cursos a los niños de la zona y sólo a eso, porque es su forma de brindar servicio a la sociedad para que este país sea mejor.

Donde esté, “quiero decirle que la amo con todo mi corazón, que la estamos esperando en casa y que no pararemos de buscarla hasta que esté de regreso. Quiero que ría a mi lado como siempre, que lloremos y festejemos juntas, y que juntas sigamos viviendo esta vida maravillosa”.

Lizeth pide a los jóvenes de Michoacán que no permitan que la terna de muchachos limpios quede convertida en simple número. Y apelando a la complicidad entre amigas, envía un mensaje cifrado, que alude a espiritualidad y amistad plena: “Ana: permite que la mariposa azul te hable al oído y te dé fuerzas para volar de regreso a casa”.

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