México, un viaje que cambia la vida

Señor Director: Soy estudiante de Bellas Artes procedente de Grecia y siempre he tenido la ilusión de conocer lugares fuera de Europa, otras culturas y otros paisajes, considerando que una muy buena manera para hacerlo era por medio de estudios, por eso decidí pedir una beca para ir a México. Tuve bastante suerte y mi sueño se cumplió, el año 2010 obtuve la beca para estudiar Artes Plásticas en la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM!

¡Mi alegría fue muy grande! ¡Siempre había querido viajar allá, conocer esta cultura ancestral, ver sus preciosas reliquias, el arte de antes y de ahora, los hermosos paisajes que veía en fotografías, saborear su cocina tan famosa! ¡Amigos que ya habían viajado antes a México volvieron con las mejores impresiones y todos con expectativas de regresar!

Durante los próximos meses preparé todos los temas burocráticos y en contra de las oposiciones de mis padres que estaban muy preocupados sobre los niveles de seguridad en el país, compré mi boleto y me subí al avión. ¡Llegué con todos mis sentidos al cien, con unas increíbles ganas de ver, oler, escuchar, conocer este lugar tan lejano, tan diferente!

Las clases empezaron, conocí a mis profesores, a los que nunca olvidaré. Gente muy valiosa, gente madura que tenían muchas cosas que enseñar sobre el arte, sobre la vida, sobre todo. Gente muy respetuosa que se hacía respetar al instante, pero sin la frialdad y la distancia del docente académico. Gente muy culta, gente noble.

Y no fueron los únicos, hay mucha gente en México que son así, muchísima; jóvenes y mayores. Hay una calidad humana muy alta y particular. Una calidad forjada de la poderosa historia que México lleva a sus hombros.

La ciudad de México es un enorme crisol de culturas, una deslumbrante combinación de las civilizaciones y las religiones antiguas, la herencia española y el catolicismo, los signos de la globalización y las influencias de sus países vecinos. Un amalgama muy particular, extremadamente interesante para observar y pensar sobre ello. ¡Pero antes de todo, la vida misma, tanta vida que se manifiesta de tantas maneras! Sin muchas cosas, sin riqueza mundana, ¡pero sí con mucha calidad!

¡Hice amistades valiosas y aprendí mucho de ellas! Hasta hice una relación sentimental muy bonita que pronto se convirtió en una relación importante. Viajé por muchos lados de la República y tuve la suerte de admirar todos estos lugares maravillosos con los que soñaba ver un día. La diversidad de la naturaleza y de las diferentes culturas que encontré en mi camino dejaron sus huellas en mi interior.

Pase un año entero en México. Mi relación se convirtió en promesa de matrimonio y mi vida jamás será igual después de esta experiencia.

Me di cuenta de muchas cosas en este tiempo. Si por ejemplo pensaba quedarme solo tres meses, me quedaría con las mejores impresiones de las cosas bellas que me encontraba por el camino, pero elegí quedarme un año entero, ya no podía no enterarme de las otras cosas, de la otra cara de México. Con los ríos de sudor de los trabajadores que aún así no alcanzan a llevarle a su familia lo esencial, con la mirada dura de los asaltantes y el miedo de las madres que esperan a las hijas en la casa, con la explotación y la desigualdad, el dolor, las múltiples heridas en el tejido social, las heridas que sufre México en su cuerpo durante los últimos años.

Me quedé mirando, observando, pues pensé que por eso había decidido venir a estudiar y no sólo hacer una visita turística. Quería ver y entender cómo es la vida real y cotidiana en este hermoso lugar, quería sentirlo. La vida es dura en México, la injusticia reina, unos pocos explotan a muchos en el interior y desde el extranjero también ha sido siempre un país explotado. Carga pesada. Pero todavía no le quitan lo maravilloso, la fuerza con la cual la vida brota. Un lugar tan extraño…

Finalicé mis estudios y regresé a Europa. Pero mi historia con México no terminó. Uní mi vida a la de una persona maravillosa, quien se quedó esperando por mi regreso. Pero México aún me tenía guardada para mí la sorpresa más triste de mi vida. El golpe más duro que ni siquiera imaginaría podía ser verdad y tan cercano a mi vida. Mi novio se encuentra desaparecido, privado de su libertad, sin noticias, incomunicado desde el día 22 de julio de 2012, junto a dos compañeros de su trabajo.

Mi novio, Diego Maldonado Castañeda, es psicólogo, trabaja con niños y adolecentes, es una persona que cree que la buena educación es el vehículo para el futuro, una persona que adora a su país, a sus tradiciones, sus ritos, sus múltiples culturas, es una persona que siempre ha honrado a su patria y se ha esforzado por el bienestar social.

Desde hace dos meses es una víctima de desaparición forzada en la región de Paracho, Michoacán, donde acudió junto a Ana Belem Sánchez, psicóloga también, y Luis Enrique Castañeda Nava, comunicólogo, a impartir talleres de ciencias para niños y jóvenes habitantes de Paracho. Fue levantado en el hotel donde se hospedaba junto a sus dos compañeros.

Fue muy diferente saber de estas situaciones por los medios de comunicación mientras estaba en México, y otra vivir tal tragedia en carne propia. Desde hace dos meses mi mente está en México a cada instante, esperando alguna noticia, a que alguien me diga algo. ¿Por qué tanto mal? ¿Por qué tanta crueldad? ¿Por qué México desaprecía así a los mejores de sus hijos? Los más soñadores, los más valientes, los que más aprecian la vida.

Han pasado dos meses y mi futuro ha sido borrado. Me es imposible poder ver el día siguiente, para mí no existe un mañana sin Diego. ¡No existe nada mas allá si no acaba la maldad y la injusticia!

Ahora puedo sentir en carne propia el dolor y la tristeza que sienten día tras días miles de mexicanos que viven este desprecio por la vida. Yo no soy mexicana, pero este gran dolor me ha unido a ustedes definitivamente. No hay paso atrás, mi vida jamás será igual después de esto.

El propósito de esta carta es advertirles que hay que evitar que una situación así los golpee, antes de que sea tarde. Necesitamos unir fuerzas y trabajar en conjunto para brindarle seguridad a México. Para dar en la vida el valor más alto, porque es el valor que tiene. Cuidar el futuro de todos, cuidar el futuro de México, elevar sus altos ideales y curar las heridas. ¡Necesitamos poner un alto a la violencia ahora mismo! Y esto no sólo es tarea de uno u otro gobierno, sino responsabilidad de toda la sociedad. Hay que elaborar consciencia colectiva en contra de las enfermizas fuerzas de poderes que otorgan la criminalidad y destrozan los tejidos sociales y la vida humana.

Hago una petición para el regreso de mi amado compañero Diego Maldonado y una más para toda aquella gente que sufre en condiciones parecidas.

Espero y deseo que amanezca una nueva era, sin violencia, una era en la que todos podamos convivir en paz e igualdad, sin miedos, sin prejuicios. Una era que tenemos que construir.

Edo Aspropoupoulos

Fuente: www.lajornadamichoacan.com.mx/2012/11/07/el-correo-ilustrado-111

One comment

  1. blanca trejo

    sin mas comentarios mejor descripcion no hay… viendo mi adorado pais desde el extranjero tambien.. recordando todo y con un nudo en la garganta… mis oraciones x ti y todas las personas que sufren terrible experiencia y fe de que los seres queridos reaparezcan…

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